sábado, julio 01, 2017

LECTURAS DEL SÁBADO 29 DE JULIO DEL 2017.


PRIMERA LECTURA. Éxodo 24,3-8 o 1 Juan 4,7-16.

Éxodo 24,3-8



3Moisés bajó y refirió al pueblo todo lo que había dicho el Señor, todos sus mandatos, y el pueblo contestó a una:
-Haremos todo lo que dice el Señor.
4Entonces Moises puso por escrito todas las palabras del Señor; madrugó y levantó un altar a la falda del monte y doce estelas por las doce tribus de Israel. 5Mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer los holocaustos y ofrecer novillos como sacrificios de comunión para el Señor. 6Después tomó la mitad de la sangre y la echó en recipientes, y con la otra mitad roció el altar. 7Tomó el documento del pacto y se lo leyó en voz alta al pueblo, el cual respondió:
-Haremos todo lo que mande el Señor y obedeceremos.
8Moisés tomó el resto de la sangre y roción con ella al pueblo, diciendo:
-Esta es la sangre del pacto que el Señor hace con vosotros a tenero de estas cláusulas.

Explicación.

24,3-8 Rito central. Moisés comunica al pueblo "todas las palabras del Señor" (¿Decálogo?) y los preceptos (¿código?), y el pueblo acepta. Después "todas las palabras" son escritas en el documento o protocolo de la alianza, que confiere validez y se conserva para el futuro; la lectura se retrasa. Las doce estelas (quizá en círculo, como un cromlech; compárese con Jos 4,20) representan a las tribus, mientras que el altar (quizá en el centro) representa al Señor. Unos jóvenes -todavía no funciona el cuerpo levítico- ofrecen holocaustos y sacrificios de comunión (Sal 50,5). La víctima ofrecida se consagra; su sangre, que es su vida, es ahora sagrada. Al ser repartida entre Dios y el pueblo (cfr. Heb 9,18-19), la sangre une en vínculo sagrado a las dos partes; es el signo o sacramento de la alianza. Antes de la aspersión del pueblo se procede a la lectura o proclamación del protocolo, y el pueblo por tercera vez acepta (cfr. 19,8). La nueva alianza recogerá parte de estos ritos y de sus términos: Mt 26,27; Mc 14,24; Lc 22,20; 1 Cor 11,23-25; cfr, Heb 9,18-20. 

1 Juan 4,7-16


7 Amigos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 8El que no ama no tiene idea de Dios, porque Dios es amor.
9De este modo se manifestó entre nosotros el amor de Dios: enviando al mundo a su Hijo único para que tuviésemos vida por su medio.
10Esto define a ese amor: no el haber nosotros amado antes a Dios, sino el habernos él demostrado su amor enviando a su Hijo para que expiase nuestros pecados.
11 Amigos míos, si Dios nos ha amado así, es deber nuestro amamos unos a otros. 12 A la divinidad nadie la ha visto nunca; si nos amamos mutuamente, Dios habita en nosotros y su amor queda realizado en nosotros. I3Ésta es la señal de que habitamos en él y él en nosotros, que nos ha hecho participar de su Espíritu.
14Nosotros lo hemos contemplado y atestiguamos que el Padre envió a su Hijo al mundo para salvar al mundo.
15Si uno reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios habita en él y él en Dios. 16Por nuestra parte, le hemos dado fe y conocemos el amor que Dios mantiene en nosotros. Dios es amor: quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.

EXPLICACIÓN.

Dios es la fuente del amor; no se puede comprender la verdadera naturaleza del amor, a menos de reconocer que su origen está más allá del hombre mismo. El amor mutuo prueba que se es hijo de Dios, porque el que ama se comporta como Dios mismo; y sólo el que tiene experiencia del amor puede conocer a Dios, que es amor (8). La afirmación Dios es amor significa que éste no es sólo un aspecto de la actitud o actividad de Dios para con el hombre, sino que en Dios el amor lo es todo, y que todo lo que hace es expresión del amor que constituye su ser. La metáfora inicial de la carta, «Dios es luz» (1,5), se corresponde con la afirmación «Dios es amor»: la luz es el amor/vida (cf. Jn 1,4) en cuanto se manifiesta («brilla»), puede ser conocido y transforma («ilumina») al hombre.

Cada uno ha podido percibir el amor de Dios, por la vida que ha recibido de Jesús (9). El amor es desinteresado y no es una mera respuesta, sino el don de sí mismo; así lo ha demostrado Dios enviando a su Hijo. No es mera respuesta, porque de hecho el hombre no había ofrecido nada a Dios, incapacitado para hacerlo por su conducta injusta, contraria y cerrada al amor, que creaba un obstáculo insuperable para recibir el amor de Dios. Éste, por propia iniciativa, envió a su Hijo para quitar el obstáculo (cf. 2,2) (10).

La respuesta al amor es amar (11), y el amor del hombre necesita ver y comprender, lo que es imposible respecto a Dios (cf. Jn 1,18). Pero el amor mutuo es la señal de que Dios está con los hombres y de que su propósito, la realización del hombre, se cumple (12). La experiencia del Espíritu da conciencia al hombre de esta presencia de Dios en él (13).

Además del testimonio interno del Espíritu, está el externo, el de los testigos presenciales de la vida de Jesús en la tierra, que ha quedado plasmado en el evangelio (Jn 1,32.34; 19,35; 21,24) y que se ha transmitido en la comunidad. El plan de Dios es salvar al mundo por medio de Jesús (Jn 3,17); para salvar, lit, «como Salvador», término helenístico equivalente al hebreo Mesías (cf. Jn 4,25.42) (14). Lo importante es reconocer que el hombre Jesús, que vivió en la historia, es el Hijo de Dios, capaz de revelar a los hombres lo que realmente es Dios. De hecho, Jesús es el que, por amor a los hombres, llegó a dar su vida, traducción en términos humanos del amor infinito e irreversible de Dios por el hombre (15). Dado que Dios es amor, el hombre que ama puede estar seguro de que está unido con Dios (16).

SALMO. 50,1-2.5-6.14-15.


1El Dios de dioses, el Señor habla: 
convoca la tierra de oriente a occidente. 
2Desde Sión, dechado de belleza,

Dios resplandece; 
 5«Congregadme a mis vasallos
que sellaron mi pacto con un sacrificio». 
6proclame el cielo su inocencia:
Dios en persona viene al juicio. 
14Sacrifica a Dios tu confesión;
después cumple tus votos al Altísimo; 
15invócame en el peligro, te libraré
y tú me darás gloria. 
Explicación.
50,1. Nombre y título: véase Jos 22,22. "La tierra" entera como público universal de un pleito particular.
50,2 "Dechado de belleza" por el templo que la preside: Lam 2,15; Ez 24,21; cfr. Ex 24,10. 
50,5 "Vasallos" ligados por deber de lealtad en virtud del pacto: compárese con Dt 7,12; 1 Re 8,23. Por el rito, el pacto es sacrosanto.
50,6 "Inocencia" pronunciada por adelantado, como en 1 Sm 12; o bien su justicia y legitimidad en el proceso que comienza.  
50,14a Frase clave. El término toda puede significar acción de gracias (de hwdh) o confesión del pecado (de htwdh). El contexto decide, y el contexto presente es unívoco. El mismo significado tiene en Jos 7,19; Esd 10,11 (véase el contexto). El verbo "sacrifica" sustituye al normal "da", como diciendo: ya que el hombre se empeña, que sacrifique ... su confesión.
50,14b-15 Después podrá cumplir un voto pendiente y reanudar el ritmo de súplica - liberación - alabanza. 
EVANGELIO: JUAN 11,19-27 o LUCAS 10,38-42.
JUAN 11,19-27
19. y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por el hermano.
20. Al enterarse Marta de que llegaba Jesús, le salió al encuentro (María estaba sentada en la casa).
21. Dijo Marta a Jesús:
- Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano;
22. pero, incluso ahora, sé que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo dará.
23. Jesús le dijo:
-Tu hermano resucitará.
24. Respondió Marta:
- Ya sé que resucitará en la resurrección del último día.
25. Le dijo Jesús:
-Yo soy la resurrección y la vida; el que me presta adhesión, aunque muera, vivirá,
26. pues todo el que vive y me presta adhesión, no morirá nunca. ¿Crees esto?
27. Ella le contestó:
-Sí, Señor, yo creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

EXPLICACIÓN.

18-27. Betania es el lugar figurado de la comunidad de Jesús y se ha colocado hasta ahora más allá del Jordán (1,28; 10,40); esta otra Betania, sin embargo, está muy cerca de Jerusalén (18); la comunidad representada por los tres hermanos se encuentra dentro del territorio de Israel, es decir, aunque ha dado la adhesión a Jesús, no ha roto con la institución y modo de pensar judíos; de ahí nacen las falsas concepciones sobre la muerte y la resurrección y sobre la obra del Mesías.

Los judíos presentes en Betania (19) pertenecen a la institución enemiga de Jesús; sin embargo, dan muestras de amistad a esta comunidad de discípulos; no han visto en ellos una ruptura semejante a la de su Maestro.

El movimiento de Marta, cuyas creencias representan a las de la comunidad, responde al acercamiento de Jesús (20) que llega, aunque él no entra en la casa donde se expresa la solidaridad con la muerte. La frase de Marta (21) insinúa un reproche; ella cree que la muerte de su hermano ha interrumpido su vida. Esperaba una curación, sin darse cuenta de que la vida que Jesús les ha comunicado ha curado ya el mal radical del hombre: su esclavitud a la muerte. Primera de las cosas que sabe Marta (22; cf. 24), ambas por debajo del nivel de fe propio del discípulo: ve en Jesús un mediador infalible ante Dios, no comprende que Jesús y el Padre son uno (10,30) y que las obras de Jesús son las del Padre (10, 32.37). Espera una intervención taumatúrgica de Jesús, como la del profeta Eliseo (2 Re 4,8ss).

Jesús responde restituyendo la esperanza (23): la muerte de Lázaro no es definitiva; no atribuye la resurrección a una nueva acción suya personal, pues significa la persistencia de la vida comunicada con el Espíritu que efundirá en su muerte (6,39s). Marta interpreta las palabras de Jesús según la creencia farisea (24). Las palabras de Marta delatan una decepción (ya sé); ha oído lo mismo muchas veces. Para ella, como para los judíos, el último día está lejos; no comprende la novedad de Jesús.

Jesús no viene a suprimir o retrasar indefinidamente la muerte física, sino a comunicar la vida que él mismo posee y de la que dispone (5,26), su mismo Espíritu. En la frase de Jesús (25: yo soy la resurrección y la vida) el primer término depende del segundo: es la resurrección por ser la vida (14,6). La vida que él comunica, al encontrarse con la muerte, la supera; a esto se llama resurrección; no está reglada a un futuro, porque Jesús, que es la vida, está presente.

Para que la realidad de vida invencible que es Jesús llegue al hombre se requiere la adhesión, a la que él responde con el don del Espíritu, nuevo nacimiento a una vida nueva y permanente (3,3s; cf. 5,24). Expone Jesús (26) el principio que funda la afirmación anterior (cf. 8,51): para el discípulo, la muerte física no tiene realidad de muerte; la muerte, de hecho, no existe. Ésta es la fe que Jesús espera de Marta (¿Crees esto?). Marta responde con la perfecta profesión de fe cristiana (20,31); ya no es el Profeta (6,14), sino el Hijo de Dios, igual al Padre.

SÍNTESIS.
Se inaugura la etapa última y definitiva de la creación: para el que ha recibido el Espíritu de Dios no hay interrupción de vida, la muerte es sólo una necesidad física.
LUCAS 10,38-42.
38 Mientras iban de camino entró también él en una aldea, y una mujer de nombre Marta lo recibió en su casa.
39 Esta tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar sus palabras.
40 Marta, en cambio, se dispersaba en múltiples tareas. Se le plantó delante y le dijo:
- Señor, ¿no se te da nada de que mi hermana me deje sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
41 Pero el Señor le contestó:
- Marta, Marta, andas preocupada e inquieta con tantas cosas: 
42 sólo una es necesaria. Sí, María ha escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará.

EXPLICACIÓN.

B. Los dos grupos de seguidores. 38-42. Cambia el escenario: "una aldea" (reducto cerrado); temática: la verdadera acogida del mensaje. Paralelo con la "aldea" samaritana de 9,52 (38: también él entró en una aldea). En la escena no aparecen los discípulos. La doble mención de el Señor (39.40) saca a esta perícopa del plano histórico para ponerla en el paradigmático, mirando a las comunidades del tiempo de Lc.

Dos hermanas, figuras de los dos grupos de discípulos: Marta, de los que proceden del judaísmo/los Doce (9,1); María, de los Setenta (10,1). Marta, la comunidad judeocreyente, recibe a Jesús, pero sin aprender de él (38); María, la comunidad samaritana o no judía, queda en segundo plano, pero es la que le da plena acogida. A los pies del Señor (39), alusión a la pecadora (7,38.44-46).

Marta quiere arrastrar a su hermana a su dispersa actividad sin mensaje, inútil (múltiples tareas = observancia legal); el deseo de Marta corresponde al expresado antes por Juan en nombre de los Doce: imponer su modo de seguimiento a los que no pertenecen a ese grupo (9,49s) (40). Preocupaciones que ahogan el mensaje (8,14) (41). Una sola cosa (42: cf. 12,31; 18,22): el reinado de Dios, nueva tierra prometida, es la mejor parte, en comparación con la antigua tierra (Sal 16,5s; 73,26; 119,57; 142,6), el reino de Israel al que aún aspiran los Doce.

Samaría, que por su idolatría había perdido su herencia en Israel encuentra ahora su parte de la herencia en Jesús. El Israel mesiánico, que no escucha el mensaje, quiere conservar como herencia la antigua tierra prometida. Una temática paralela se encuentra en 18,15-17.

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